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lunes, 3 de agosto de 2009
Cómplice
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Odiaba a las personas por su condición de tales, sus rasgos físicos y metafísicos. Las sonrisas fingidas y letales, los estornudos retenidos, los labios rojos, las narices heladas, los ojos cerrados, las manos tomadas, en fin. Llegaba al extremo de asesinar a todos quienes se le cruzaran. Sin saberlo era un criminal a sangre fría.
Lastima que no puedo acercarme a él. Lástima que no tengo un espejo, para que sienta en sus labios el placer amargo del suicidio. Por ahora que siga en lo suyo.
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