miércoles, 3 de junio de 2009

Mi vecino Arturo Schopenhauer



Pateó con fuerza, tanto así que cayó en la casa de Belcebú. Todos gritamos con fuerza pidiendo clemencia. Salió, tenía enormes cuernos blancos, de su boca volcaba niebla, aullaba en un dialecto anónimo.
Destrozó la esfera con los dientes y la devolvió. Todos corrimos.

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