lunes, 14 de noviembre de 2016

Euríloco

“Andaban en grupos aquí y allá, a uno y otro lado de la fosa, con un clamor sobrenatural, y a mí me atenazó el pálido terror.
A continuación di órdenes a mis compañeros, (Perimedes y Euríloco) apremiándolos a que desollaran y asaran las víctimas que yacían en el suelo atravesadas por el cruel bronce, y que hicieran súplicas a los dioses, al tremendo Hades y a la terrible Perséfone.
Prontamente terminóle de dar órdenes, mas comencé mis aladas súplicas a regañadientes, ya que, el negro escenario estaba rodeado de temerosos muertos, es más, Odiseo rico en ardides no parecía tener purpúreos miedos mientras aparecía el torpe Elpenor.
Mientras tanto, divisé en lo extenso de este inmenso mar de espíritus al honorable compañero de armas, rockeano Nietzsche hábil de palabra, colérico por mi torpe traición.
Esa sombría furia que ostenta es su noble hija, desde que, lamentablemente, soy discípulo del divino Schopenhauer, y me he visto, además, en la penosa obligación de rogarle a la Voluntad para que detenga al destructivo cronos y así lograr al fin cumplir a tiempo con El Quijote, ya que mi noble certamen es en un par de días, con mayor razón aún después de escuchar el oscuro y corto sino que predice el tebano Tiresias a nuestro brillante Odiseo, es más, Nietzsche de locos bigotes, está indignado pues he tenido que resignarme a prender velitas en nuestra negra nave …”

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