jueves, 17 de septiembre de 2009

Arte basura


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El alambre negro.

Sé que debo callar y sólo decir que sí.

En momentos como éste quisiera que mis sentidos me obedecieran.

Hay algo en mí que es imposible negar, partiendo por mi propia negación.

Me paré y vi que mi reflejo tenía algo extraño, sin querer eras tú quien me miraba.

Muchas veces prefiero dejarme caer en el silencio.

Mis anotaciones son paradojales; como la cara que tengo; el sexo que tengo; como todo lo que tengo.

La finitud del alma; la perpetuación de la persona.

La posada del diablo, si no es más que el diablo con cara de hombre, que otra cara podría tener, no me imagino otra. Lo increpé, y se fue llorando, llorando la sangre de la no humanidad.

El piso se cubre de sangre, la sala se llena de plumas, el cielo se entumece de hojas amarillas. La Tierra, la tierra pare a sus propios asesinos.

El gusano se arrastra, se mezcla con el excremento, camina curvado, y lucha con el tedio de su estomago, todo para llegar a ser capullo.

Alguna vez las alas fueron manos atadas.

Las moscas merodean el desperdicio, reciclan lo que devoramos.

Que la paz sea con todos ustedes y con tu espíritu… (Día de la sangre)

En el loco afán de combinar todos los colores, la mezcla sigue siendo negra, muy negra, como casi todas las cosas. (El blanco es una inercia muy pura).

Mis dedos sangran el agotamiento del no sueño, palpitante en cada respiro, en cada lágrima.

Concilio mi desesperación con la más desolada alegría de saberme de esta manera, manera atroz de ser un animal presa del ser humano.

Ni el animal más condenado pierde la posibilidad de ser liberado de las fauces, las únicas fauces que todo lo devoran.

El perro maltratado aún puede mover su cola.

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