-Padre, le mandé llamar para que bendiga el vino, antes de comenzar la fiesta.
-¿yo? -arrugó su cara- que considerado es usted Don Javier de invitarme a última hora.
-¡Sí, sí!... Apúrese por favor que el intendente nos espera.
-Pero, Don Javier no traje la Biblia, ni sotana, mis lentes, no me avisó -miró molesto-.
-Mire solo le pido que haga un oración cortita y listo, -lo abrazó- no me deje mal frene a las visitas.
Luego de la oración y unas sagradas palabras el padre dió el último amén para iniciar la fiesta.
Antes de iniciar la caza, vi como Marcelo se transformó en el supuesto Perro Salvaje que atacó la semana pasada. Escuché que lanzaba un grito de ira mientras se revolcaba en el piso y arrancaba su pelo de los brazos. Corrió agazapado en cuatro patas, ebrio de locura, para lanzarse sobré el cuello del alcalde mientras yo y la Rosa hacíamos la metamorfosis tirados en el piso.
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