jueves, 14 de enero de 2016

La jauría en Santa Rita de Putaendo

    El alcance del pueblo mandó a buscar al cura. Los vecinos y las autoridades locales comenzarían pronto la Lota sin la presencia del sacerdote, pero que ya venía en camino.

-Padre, le mandé llamar para que bendiga el vino, antes de comenzar la fiesta.
-¿yo? -arrugó su cara- que considerado es usted Don Javier de invitarme a última hora.
-¡Sí, sí!... Apúrese por favor que el intendente nos espera.
-Pero, Don Javier no traje la Biblia, ni sotana, mis lentes, no me avisó -miró molesto-.
-Mire solo le pido que haga un oración cortita y listo, -lo abrazó- no me deje mal frene a las visitas.
 
     Luego de la oración y unas sagradas palabras el padre dió el último amén para iniciar la fiesta.
Lamentablemente y como dijo la Rosa, luego de media hora el primero en transformarse con la mezcla en el vino sería Marcelo, todos los demás observaron, algunos tiraron los vasos al ver como se caía, excepto nosotros. Nadie en la calle pretendía morir envenenado.
     Antes de iniciar la caza, vi como Marcelo se transformó en el supuesto Perro Salvaje que atacó la semana pasada. Escuché que lanzaba un grito de ira mientras se revolcaba en el piso y arrancaba su pelo de los brazos. Corrió agazapado en cuatro patas, ebrio de locura, para lanzarse sobré el cuello del alcalde mientras yo y la Rosa hacíamos la metamorfosis tirados en el piso.
   Algunos vecinos corrieron otros escondidos contemplaron nuestros ataques, la intensión no era pasar desapercibidos. Nadie intervino, no hasta que el vino dejara de entrar en nuestras bocas, luego de eso, el pueblo vería morir a sus autoridades y en la capital no volverían a subestimar a las bestias de provincia. 


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