lunes, 5 de octubre de 2009

El salvador



Al iniciar la segunda noche se sentía apta para soportar lo que viniera, los gritos eran continuos, las paredes se le venían encima, las voces repentinas eran cada vez más agudas, instantáneamente sus manos intentaron tapar los llantos del lugar, cosa que no logró.
 Preguntó a su conciencia que hacía en este lugar, mientras sentía el cálido abrazo de sus manos. No abrió los ojos en ningún momento, en ese instante se dio cuenta que la locura no era parte de su vida, no mientras la camisa le dijera lo contrario. 

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