domingo, 17 de mayo de 2009

Zaratustra se sentó y lloró


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Zaratustra bajó a la cuidad después de diez sabios años, encontró reunida en el mercado una gran muchedumbre: pues estaba prometida la exhibición de un volatinero. Y zaratustra tomó un gran impulso y habló así al pueblo: Yo les enseño al…
Algo lo interrumpió, el gentío tenía su atención en otro lugar, se acercó para observar de qué se trataba. Era un anciano, llevaba un candil en la mano y decía: ¡voy buscando a un hombre!, la multitud irónica le respondía: aquí está lleno de hombres, el anciano replicaba, busco a un hombre de verdad, uno que viva por sí mismo, no un indiferenciado miembro del rebaño.
Al oír esto Zaratustra se espantó, cómo un vil anciano se adelantó a mis discursos. No lo podía concebir, todos sus años perdidos. Sin más que hacer, dolido frente al acaecimiento. Tomó su sabiduría, deshinchó su pecho y volvió a las montañas, prometiendo internar su vida en las cavernas y no salir jamás. Sentado se echó a llorar. Enloqueció.

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