Caminé al ventanal, una anciana cruza la calle, creo para aventarse de la lluvia o bien va apresurada. El perro de enfrente sigue su paso lento como de usanza, sé que se dirige al plato con comida que dejo cada día para él. Salgo. Me ve desde la calle- mueve su cola-. El hombre de la puerta muy preocupado de sí mismo me pide una moneda –hago un gesto, lo ignoro- Éste me observa con atención mientras mimo y converso con el animal. Me encanta la lluvia le comenté, al parecer tienes hambre, ¿cómo has estado?. Nuestro lenguaje es insuficiente para comprenderte. Me vastó sólo acariciarlo para que respondiera. Me di cuenta que se mantenía igual que ayer
Mientras yo delibero nuestro universo, el sólo lo disfruta, que gran sabio es mi amigo, tengo mucho que aprender de él. Después de percibir el frío intenso, medito sobre mí y mi especie con angustia, un escalofrío recorre mi extremo derecho, cuando siento pena.
Me despido de mi compañero, entro, no pasa nada. Ni siquiera corren esas maquinas humeantes, monstruos que trasportan gente, las bestias que atropellan el aire. Sí, todo es agua sobre departamentos grises con rayas, es verdad: Dios ha muerto, también pereció la luz y creo que a mí me falta muy poco. Ahora mi incertidumbre lo es todo además de silencio. Soy el reflejo de mí mismo en mi mente, trato de recordar que día es hoy, no lo sé… suspiro y todo pasa más rápido, como hoy , me asalta la contrariedad de cómo termina mi inquietud. Involucionar, el fin del tiempo. ¿qué puedo sentir?. Estuve a punto de hacerlo cuando escuche un murmullo. Entró un joven (buenos días) me das un café. Se lo di, se marcho.
Como lograr vivir sin cuestionar mi humanidad, cómo dejar de preguntarme. Espero que algún día se de la razón a lo no humano.
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