martes, 20 de marzo de 2018
Pieles en el techo
Todos estaban condenados y muy pocos aguantábamos la respiración cinco minutos, fue una pena.
-Cuando la exaltación de lo real nos supera, -yo le decía- que era un buen salvaje y muy digno, -yo le decía-. Pero fue en vano.
El flamante animal se enamoró del rostro que se perecía a la foto de su esposa, estaba viejo y vivió con ella desde ternero.
-No hay nada tan limitado, -le dije también- como nuestro sentimiento de lo bello.
Ulises era sordo y no me escuchó pero me vio como lo abrazaba por última vez antes de despedirme.
Yo no quería afear mi panorama con un cuchillo gaucho, faenarán y congelarán la carne para el resto del invierno, decía entenderme, sin embargo su necesidad era más grande así que me marché donde no pudiese escucharlo con el motocultor.
-Cuando la exaltación de lo real nos supera, -yo le decía- que era un buen salvaje y muy digno, -yo le decía-. Pero fue en vano.
El flamante animal se enamoró del rostro que se perecía a la foto de su esposa, estaba viejo y vivió con ella desde ternero.
-No hay nada tan limitado, -le dije también- como nuestro sentimiento de lo bello.
Ulises era sordo y no me escuchó pero me vio como lo abrazaba por última vez antes de despedirme.
Yo no quería afear mi panorama con un cuchillo gaucho, faenarán y congelarán la carne para el resto del invierno, decía entenderme, sin embargo su necesidad era más grande así que me marché donde no pudiese escucharlo con el motocultor.
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