lunes, 24 de octubre de 2016

Pensar por nosotros mismos

Cuando tiemblan las enredaderas a las orillas de nuestro padre Coshuenco, se encrespan los Helechos y las hervidas aguas de uno de mis seis hermanos... las cenizas corren a través de mi planicie desierta desparramándose paralizadas frente a una tapia de escarpados Robles. Con uno de nuestros tantos vientos pelea la Lenga con el Ñirre. Ese es el manto que cubre mi alimentado rostro; peces que saltan queriendo comerse un tapiz de estrellas blancas, la noche es un cuerpo deforme que carcome las marcas de la lluvia.
Se borran los pasos de un Coipo silbante y su hierba le saluda abrazándose a su cuello, enredando sus ramas. Chinges se camuflan en un frío salado y cristalino que se derrite desde las alturas desde donde yo y mi sangre han nacido.
El lenguaje -dicen- se acerca con máscara de ángel cuando, a la vez, Neltume se alza cantando en sus tierras, rodeada de velas infinitas: Araucarias clavadas en la mano de la tierra que junto a Mañíos y Arayanes sueltan su lapidaria sombra donde corren Visón y Piñones anarajados, paridos por el sol, quienes igualmente vuelan como mosquitos por el fresco de los brazos de una generosidad inacabada, todo sucede justo frente a los ojos de un espejo celeste que se torna oscuro, que se vuelve cada vez más violento.

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