martes, 10 de noviembre de 2009
Saltimbanqui
Llevaba toneladas de colores y un sin fin de artimañas para satisfacer al público. Riendo y carcajeando puso su mirada en mí. Me apuntó y me apuntó las veces que lo merecí, sin notarlo y por obra de mágica tristeza la lágrima que tenía dibujada en su rostro apareció en el mío, yo soportando las carcajadas sólo atiné a mirar el piso y di la espalda a mi ridiculez. Desde el trapecio tú también reías.
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